Eso es lo que Dios planeó para sus hijos según hebreos 6:13-16. Nos vamos a identificar si somos esclavos o libres. Hágase la siguiente pregunta: ¿tiene características de un esclavo o de un libre?
En la biblia vemos que Dios le hace dos promesas a Abraham: “Te multiplicaré y te bendeciré”. Israel empezó a multiplicarse en la ciudad más próspera. Cuando Faraón vio que eran muchos y eran bendecidos fue cuando comenzó a tener miedo al pueblo pero Faraón no pudo detener la bendición por lo tanto declare “Faraón no puede detener la bendición de Dios en mi vida.” El problema es cuando no cuidamos la promesa de Dios y cuando eso pasa, el diablo toma ventaja. Si no rompemos con la mentalidad de esclavos, caemos en opresión como cayó el pueblo de Israel. Pero mientras más era oprimido, más se multiplicaba.
Debemos de multiplicarnos pero no como esclavos. Cuando no tomamos mentalidad de reino, el diablo nos vuelve en esclavos y no podemos ser bendecidos. Faraón quebrantó la mente y el espíritu del pueblo pudiendo así esclavizarlo. El sistema de mundo y del diablo presiona su mente su espíritu para doblarle las rodillas ante su sistema pero Dios no nos hizo para eso – nos hizo para que disfrutemos de su multiplicación y bendición.
Egipto prosperaba por los hijos de Dios. Debe entender que el sistema del mundo no es el que le hace prosperar. Somos la luz del mundo y la sal de la tierra. ¡Somos los que tenemos el poder para producir las riquezas! Egipto prosperó cuando pusieron a José al frente. No se preocupe por el mundo porque para él lo que usted hace nunca será suficiente.
Hay tres cosas que lo podrían identificar como esclavo:
El no querer oír más palabra de Dios. Ya que la fe viene por el oír la palabra de Dios, cuando no escucha la palabra, el diablo se aprovecha y lo vuelve un esclavo.
El perder el deseo de adorar y sacrificar para Dios. Cuando el enemigo logra esto, le quita su identidad y se comporta como el mundo.
El echarle la culpa a Dios del problema. Al ser esclavo, es fácil echarles la culpa a los demás pero no permitamos que el enemigo nos confunda.
No nos olvidemos que la multiplicación y la bendición son para nosotros. No permitamos que el enemigo nos quite lo que es nuestro.