Como seres humanos tendemos a rechazar lo nuevo – a atacar aquello que no conocemos. Yo soy un ejemplo de esa clase de persona. Al leer tantas cosas negativas acerca del G12 o Gobierno de los doce, mi mente se llenó de tantas dudas e incredulidad hacia la visión G12. En ese entonces yo no tenía dónde congregarme y mi hermana me invitaba a su iglesia la cual forma parte del G12. Yo no aceptaba esa invitación pues pensaba que mi hermana estaba equivocada al ser parte de “ese grupo o secta” como lo llaman algunos que ignoran la realidad de la visión G12 como yo la ignoraba.
G12: Un Testimonio
Al sentir la necesidad de congregarme, le pedía a Dios que me llevara a una iglesia donde yo pudiera formar parte de algo importante pues ya estaba cansada de calentar sillas en las iglesias; yo quería hacer algo para Dios – trabajar de verdad en su obra. Un día sentí un gran deseo de buscar a Dios; mi necesidad era tan grande que no me dejaba tranquila hasta que, por fin, dije “voy a ir a ver de qué se trata y si es lo que dicen, pues me salgo y ya”.
Llegué a la iglesia sin avisarle a mi hermana para darle una sorpresa. Desde que entré, al contrario de algunas iglesias, todos me hicieron sentir bien; casi todos llegaron a saludarme y a platicar conmigo. Me gustó tanto el ambiente que decidí seguir yendo aunque todavía tenía mis dudas sobre la visión.
Unos meses después, anunciaron que iba a haber un encuentro y eso me hizo recordar tantas cosas malas o diabólicas que había leído y oído sobre esos “encuentros”, cosas como: llevar a los miembros en la noche para que no pudieran ver adónde iban, participar de ritos como apuñalar un corazón de animal para demostrar cómo herimos el corazón de Dios con nuestros pecados, etc.
Todos aquellos argumentos no me impidieron ir al encuentro pero iba muy escéptica. En mi mente yo decía, “Voy a decirles que sí, pero al instante que vea o escuche algo sospechoso, me voy – me les escapo.” Para mi sorpresa, empezaron a planear el encuentro delante de mí. Empezaron por la fecha; yo dije, ok. Luego dijeron el lugar; yo dije “¿qué? ¡No es un secreto!”. Cuando dijeron la hora, la cual era como a las ocho de la mañana, empecé a darme cuenta que lo que había leído era falso.
Ya en el encuentro, ¡no hubo ningún rito! ¡No hubo corazón para apuñalar! (gracioso, ¿verdad?) Todo lo que había leído era mentira. En ese encuentro el Señor hizo muchas cosas en mí a través de las conferencias y administración. Sentí que el Espíritu Santo estaba haciendo lo que yo había anhelado por mucho tiempo. Ahí yo recibí sanidad interior; Dios sanó tantas heridas de muchos años. Él restauró mi vida cambiándome por completo. Cambió mi manera de ver los problemas en mi vida. Aunque los problemas no hayan desaparecido, ahora no son aquellas grandes montañas que no me dejaban servir al Señor. Ahora son pequeñas lomas, pero ya no son mías pues se las entregué a Jesús cuando dijo “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar (Mateo 11:28)”. Ese fue el resultado de uno de esos famosos “encuentros” y muy pronto asistiré a otro porque sé que Dios tiene algo preparado para mí.
He aprendido una gran lección – no hay que temer ni atacar aquello que no conocemos; hay que investigar primero. Hay que verificar si los rumores son ciertos o si son creados por personas que ya no tienen material para escribir. Pregúntale a Dios y escudriña su palabra y verás como Él te dará las respuestas a tus preguntas. Nuestra misión (G12) es “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15)”.