Cuando vemos lo malo que está sucediendo alrededor nuestro nos preguntamos ¿de quién es la culpa? Muchas personas culpan a Dios de todo - lo que les sucede en sus vidas personales y hasta todo lo malo que está sucediendo en el mundo hoy en día. Lo culpan de los tsunamis, terremotos, guerras, enfermedades, de todo lo malo que ellos no pueden controlar.
Los cristianos sabemos la respuesta a esa pregunta muy interesante. Por supuesto que la culpa de todo lo malo que sucede en el mundo es del propio ser humano. Desde el principio Dios ha querido nuestro bienestar; siempre ha deseado nuestra felicidad (Salmos 23). Entonces ¿qué ha sucedido? El hombre decidió seguir su propio camino sin Dios como su guía; no quiso tener una buena relación con Él.
La felicidad del ser humano se basa en Dios - en la relación que este tenga con su Creador. Si nos ponemos a analizar la palabra de Dios, nos daremos cuenta que desde el Génesis hasta el Apocalipsis hay pruebas que Dios siempre ha tratado de arreglar la relación del hombre con Él para que sea feliz y para que sea salvo (2ª Pedro 3:9), pero el ser humano siempre se ha inclinado hacia el mal – al camino contrario del que le lleva hacia Dios.
En Génesis podemos ver que Adán y Eva vivían en un completo paraíso donde su trabajo era de fructificar, administrar, gobernar y ser felices juntos, pero ¿qué sucedió? Todos lo sabemos – desobedecieron las ordenes de Dios. Muchos dicen que es la culpa de Dios que ellos hayan desobedecido pues Él fue el que puso el árbol del bien y del mal en el paraíso. Es cierto, Dios lo puso ahí para probar su obediencia. ¿Cómo hubiera sabido Dios si ellos le eran totalmente fieles si no hubiera habido algo para probarlos? En ellos estaba la decisión de obedecer sin cuestionar a Dios pues sabían que Él los amaba y quería lo bueno para ellos. Desde entonces la relación del hombre con Dios cambió; ya no era una relación intima la que tenían. Entonces, Dios puso en el hombre la conciencia para que le dictara lo bueno y lo malo y fuera así guiado por su propia conciencia.
La conciencia no fue suficiente para conducir al hombre. Como podemos ver en los tiempos de Noé, su maldad era tanta que Él decidió mandar un diluvio para acabar con la maldad del hombre (Génesis 6:5). Después del diluvio Dios hizo un pacto con Noé y su familia; les dijo que crecieran y se multiplicaran pues Él ya no iba a destruir al hombre con otro diluvio. Eso fue lo que hicieron – se multiplicaron en gran manera. Cuando vieron que eran muchos, decidieron construir una torre que llegara hasta Dios (Génesis 11:4). ¿Con qué propósito hicieron eso? Para desafiar a Dios. Dios, entonces les confundió los idiomas; hizo que hablaran diferentes lenguas para que no se entendieran. Así fue como Dios les deshizo su malvado plan.
Más adelante podemos ver que la relación del hombre con Dios no mejora; siguen siendo rebeldes y desobedientes. Después de liberarlos de la esclavitud de Egipto, Dios decide darles leyes a los Israelitas – 613 leyes para ser cumplidas además de los diez mandamientos (Éxodo 20 – 23).
Las 613 leyes y los diez mandamientos no fueron lo suficiente, pues el pueblo seguía en pecado – en desobediencia con Dios; su relación seguía mal. ¿Qué hizo Dios entonces? Mandó a Su hijo para que pagara por todos los pecados del ser humano de una vez por todas. El hombre ya no tenía que pagar el precio por sus pecados; Jesús lo hizo por él en la cruz del calvario.
Dios quiere que todos obtengamos la salvación y que todos estemos inscritos en el libro de la vida. Él quiere que tengamos una buena relación con Él; quiere que seamos felices en esta vida y en la eternidad.
Ahora, sea usted el que responda la pregunta ¿de quién es la culpa? ¿Es, acaso, Dios el malo? O ¿Es el hombre el que siempre está haciendo lo malo ante los ojos de su Creador? ¿Cómo está su relación con Él? ¿Es usted el causante de sus propias desgracias? Hágase la pregunta como hacían los discípulos cuando Jesús les dijo que uno de ellos lo iba a entregar “¿Seré yo Señor?”.